jueves, 19 de mayo de 2011

Teoría y práctica de la democracia.


Hace años que lidio con el desencanto y el hartazgo de mucha gente de diferentes edades, formación y posición social. Además, obviamente, de hacerlo con el mío propio. Especialmente preocupante me pareció siempre el sentimiento de apatía y derrota que exudaban los extremos entre los que cohabita la perplejidad. El de los más viejos que afirman haberse dejado la piel en una lucha en la que derrota y victoria tienen el mismo sabor a desencanto. Y el de los más jóvenes, los estudiantes, que por lo general se muestran incrédulos ante un tipo de sistema político atractivo e interesante en teoría pero absolutamente ideal e inalcanzable en la pràctica. Los partidos políticos, suelen afirmar unos y otros, no son más que testaferros de ciertos intereses estructurales contra los que, si algo, poco se puede hacer. Pensaba entonces en el viejo Kant y en su opúsculo: “En torno al tópico: Tal vez eso sea correcto en teoría pero no sirve para la práctica” Über den Gemeinspruch Das mag in der Theorie richtig sein, taugt aber nicht für die Praxis, en el que analiza la relación entre teoría y práctica en la teoría moral para relacionarlo después con los derechos políticos, que no son sino una idea por la que merece la pena luchar. Y me preguntaba si el viejo filósofo se sentiría hoy apático o indignado.

Hace unos días escribía un artículo para la prensa en el que trataba de explicar las razones por las que, a mi juicio, se equivoca el presidente Obama, al doblegar las circunstancias de la justicia a las de la política económica y militar interior a la vez que apoyaba las revoluciones del sur Mediterráneo que caminan en dirección opuesta. Me preguntaba las razones por las que Obama, al igual que el presidente Zapatero, se había rendido ante quienes están interesados en demostrar el error de Kant y la impracticabilidad de la justicia rawlsiana.

El domingo durante la manifestación por las calles de Barcelona y especialmente ayer en Plaça Catalunya tuve la inquietante sensación de que los dos extremos, agarrados de la mano, rehabilitaban las razones kantianas y ofrecían una vía de escape al igualitarismo liberal de Rawls. Allí vi y oí a jóvenes y viejos exhibir las mismas razones que nos han hecho converger en idéntica actitud práctica: la exigencia inexcusable de que la teoría debe ser realizada. En un ambiente amigable y pacífico cada cual expuso (en el idioma que quiso o pudo y fuera cuál fuera su lugar de procedencia) su opinión respetando turno de palabra y escuchando lo que tenían que decir los demás. No se si son -somos- antisistema o ilusos. Pero de lo que estoy seguro es que de ser lo primero, es el sistema el que tiene un problema al no tolerar la discusión pública, pacífica y democrática entre personas que se respetan entre sí como individuos que cuentan por igual, que son fines en sí mismos y no medios que sacrificar a otros valores o intereses. Como personas que están por encima de fronteras, banderas, barreras lingüísticas, color de piel o preferencias estéticas.

Ayer en Plaça Catalunya pude oir las opiniones de mujeres y hombres de diversas procedencias y un sólo interés común: reinvindicar la puesta en práctica de unos derechos que son de todos y cada uno porque son la esencia de una genuina democracia. Si son antisistema reivindicaciones que no exigen más que un salario justo, se oponen a la reforma laboral, exigen que se mantengan -ni siquiera que se incremente- la inversión pública en sanidad o educación o que se reforme la ley electoral para que podamos hablar de una representación más equitativa o que nos recuerdan, en fin que sense dones no hi ha revolució, como ninguna otra cosa; ciertamente es el sistema en el que se encuentra ante un serio problema: la imposibilidad de cumplir sus promesas. Está muy bien en teoría pero no sirve para la práctica.

Quizá sea más cierto lo segundo; los y las que estábamos ayer en Plaça Catalunya, o en Sol en Madrid, como los que estuvieron hace unos días en la Plaza de Tahrir o mañana estarán en Roma, París, Amsterdam o Berlín, no somos más que ilusos que creemos en los derechos y libertades que necesariamente debe defender un genuino sistema democrático.

Ayer en Plaça Catalunya pude oir las opiniones de vecinos de esta ciudad y de otras muchas del mundo, a mis profesores y estudiantes tejiendo una red cuyas costuras remendaban con las viejas razones kantianas. “Deber es poder, profe”, me recordó uno de ellos. Lo reconozco sí, me sentí ilusionado cuando me advirtió “Oi que ara hem de posar-ho en pràctica?”.


Los sacos de Barcelona

Los sacos de Barcelona
Carrers de Barcelona

Los sacos de Barcelona

Los sacos de Barcelona
Carrers de Barcelona, 2010