sábado, 13 de agosto de 2011

Fe, Esperanza y Caridad

"Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad,

pero la más excelente de ellas es la caridad" ( Pablo: 1 Co 13, 13).


En los últimos días no pocos han puesto el grito en el cielo por la visita del señor Ratzinger a la Comunidad de Madrid. Obviamente el malestar no se debe al hecho de la visita. La Comunidad de Madrid, y en especial la capital, disponen de suficientes atractivos como para que cualquier persona se muestre interesada en conocerla.

La discrepancia, podría pensarse entonces que radica en el carácter de la visita: el viaje institucional del máximo representante de una determinada creencia religiosa. Pero esta conclusión parece un poco precipitada. El Dalái Lama, por ejemplo, visitó también la ciudad sin aparente desagravio. El origen del desacuerdo, en consecuencia, no puede residir en la creencia. Es normal además que sea así. Parte de lo valioso de una sociedad democrática y, por tanto, liberal reside en el respeto de las creencias de cada uno. Ello no se debe obviamente a la creencia, tampoco a su carácter mayoritario o no, sino a la asunción compartida de que cada persona posee valor en sí misma. Las creencias de cada uno, igual que las preferencias sexuales o culinarias, forman parte de la intimidad y deben ser respetadas. El problema no radica entonces en la fe; en el ámbito privado, sino en el público.

Lo verdaderamente molesto de la vista del señor Ratzinger parece ser S.S. Benedicto XVI. Es decir, el representante institucional supremo de una confesión religiosa que, en tanto que tal, forma parte del ámbito privado y cuyo viaje se sufraga, sin embargo, con dinero público. A ello hay que añadir las subvenciones y cesión del espacio ciudadano en favor de los partidarios de esta institución religiosa, que va obviamente en detrimento del resto de individuos, creyentes o no. La señora Esperanza Aguirre con la inexcusable colaboración del gobierno del Estado, asume sin aparente rubor esta discriminación difícilmente justificable desde las propias bases del pacto político que alumbró la Constitución española de 1978.

Hay quien opina que lo mismo podría decirse de otros eventos culturales o sociales que se benefician de subvenciones u ocupan también el espacio público en detrimento de los demás. Significativamente se alude a lo ocurrido recientemente con el movimiento 15-M. Hay, sin embargo, una sensible diferencia entre uno y otro. Los eventos culturales o la ocupación del espacio público como lugar apropiado para debatir sobre asuntos que afectan a todos son genéricos no específicos. Es decir, constituyen el núcleo mismo de la política, que es un asunto público. Las creencias no.

Queda, por último, considerar otro aspecto en relación con esta controvertida visita que no deja de ser llamativo: las continuas apelaciones realizadas en las denominadas redes sociales y otros espacios de opinión pública en favor de que el gasto ocasionado por el viaje papal se destine a paliar las penurias económicas de países o regiones endémicamente empobrecidos. Esto es lo que ocurre, en particular, con la situación desesperada en la que se encuentran los somalíes.

En mi opinión esto constituye un profundo error. Bien mirado no deja de ser otra forma de expresar la más excelente de las virtudes teologales a las que se refiere Pablo en su carta a los corintios: la caridad. Ciertamente la situación desesperada en la que se encuentran los somalíes, al igual que ocurre con miles de millones de personas en otras partes del planeta, no es una cuestión de caridad sino de solidaridad. Es, en consecuencia, un asunto de responsabilidad moral de todos y cada uno de nosotros. La responsabilidad moral, sin embargo, tiene poco que ver con la visita papal u otros hechos puntuales. Si la situación desesperada en la que se encuentran millones de personas nos preocupa de veras debemos actuar firme y decididamente, porque es evidente que ni la preocupación ni la desesperación se agravan o disminuyen por un hecho concreto. La solución, si es que aun estamos a tiempo de ello, pasa por la participación ciudadana en la política pública y la exigencia de que ésta sea verdaderamente consecuente con la erradicación del hambre y la pobreza en el mundo. Lo demás es silencio, o lo que es peor, seguir contribuyendo, por omisión de nuestro deber moral, a la consolidación de un sistema alimentario y económico sencillamente depredador.


1 comentario:

  1. Es un Jefe de Estado, y no el presidente de un club de futbol o similar. Por lo tanto se le debe recibir como tal. Que en este caso tenga más fans que ningún otro no es culpa suya. Se le ha dado mucha publicidad por pagarlo con dinero público y es de recibo que la gente proteste por el derroche, pero a mí tampoco me parece bien pagar una mezquita de la ostia en la M-40 con pasta de todos y me la tengo que comer. Así que aunque solo sea por llevar la contraria (ya sabes como soy), ¡VIVA EL PAPA!

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Carrers de Barcelona, 2010